Personajes peculiares, poco convencionales, irracionales…
«…Hay una escuela, una estirpe de maestros, que ha moldeado a una generación. Uno de ellos es Juan Carlos Corazza…»
Al maestro, con cariño.
Por Laura Ventura | Para LA NACION.
Cuando Javier Bardem recibió el Oscar le dedicó su estatuilla en innumerables entrevistas a su maestro Juan Carlos Corazza. En Río Cuarto, la ciudad cordobesa en que nació Corazza, no había teatro, apenas se escuchaban las emisiones del radioteatro Palmolive del aire. El televisor, un bien de lujo, tardó mucho en llegar a su hogar y el primer programa que sintonizó fue Pobre diabla, con Soledad Silveyra, quien terminaría luego siendo su amiga y compañera de elenco. A metros de la plaza de toros Las Ventas, el argentino construyó y cinceló su escuela que desde hace 25 años es un emblema de formación actoral. En la Argentina no le iba nada mal. Eran más las propuestas de trabajo que recibía que las audiciones a las que se presentaba y el mismísimo Carlos Gandolfo lo consideraba uno de sus discípulos más talentosos. Fue en 1990 cuando Corazza recibió dos ofertas de España en simultáneo: una de Katrina Bayonas, la representante de actores, para que dictara un taller; y otra del Centro Andaluz de Teatro, para dirigir en Sevilla.
Su técnica y su modo de concebir la escena salen a menudo de sus clases cuando realiza las exitosas puestas, como la que se acaba de despedir en Conde Duque, donde exhibió varios fragmentos de obras de Shakespeare, interpretadas por sus alumnos. «Hoy hay más apertura y preparación en España para recibir un tipo de teatro que no es tan nuevo en la Argentina, sino que tiene todo un recorrido muy interesante en lo que se podría llamar «teatro de conversación». No siempre fue así. Me refiero a textos contemporáneos desde El gran deschave, hasta las producciones que han llegado acá de Tolcachir, Veronese o Daulte, en las que los actores hablan con una naturalidad inmensa, una destreza que surge luego de mucho trabajo», opina.